martes, 18 de mayo de 2010

Inodejo


Uno de los recuerdos que mantengo de cuando era muy pequeño es la romería de la Virgen de Inodejo. Se celebra en Junio, el Domingo de la Trinidad. Aunque creo que también se visita el segundo Domingo de Setiembre.

Allí con la ropa de los domingos y zapatos de charol nos compraban esas garrapiñadas y ese juguete de plástico en los puestos que había en la explanada cercana a la ermita. Comíamos de alforja y pasábamos un día estupendo, compartiendo con la familia, muchos venidos de Madrid, que rompía esa monotonía que había en Nódalo, donde pasaban muy pocas cosas. Después nos íbamos a un montículo muy cerca del santuario a buscar piedras de la Virgen, que no eran más que fósiles con una especie de cruz en medio, que se guardaban después en casa con todo cariño.

Son ya muchos años que por razones de trabajo me ha sido imposible el asistir.

La Virgen de Inodejo es una de las más veneradas de toda la comarca. Mi madre en concreto ya está preparada para ofrecerle un buen ramo de flores, como dice ella, si mi hijo consigue eso por lo que tanto está luchando. Estamos tranquilos porque la Virgen tiene mucha mano allá arriba y seguro que le echa un cable. He visto a veces por la casa materna una imagen pequeñita de la Virgen que va pasando de familia en familia todo el año.

Su santuario se encuentra como sabéis en el término municipal de Las Fraguas, pueblo lindante y tan pequeño como Nódalo, a unos 28 km de Soria.
Recuerdo algunas veces, en verano que dándonos un paseíto por las Garriadas hemos llegado sedientos a Las Fraguas y allí hemos tenido dificultades para encontrar a alguien que se dignara en darnos un vasito de agua, ya que la fuente del pueblo no echaba.


Cuenta la leyenda que un buen día un pastorcillo al que le faltaba la mano derecha se vio sorprendido por un resplandor que salía de una encina. Al acercarse vio que se trataba de la Virgen, la que le mandó que fuera en busca de su padre. Bajó al pueblo y su padre se ve que le echó una buena reprimenda por haber dejado las ovejas solas, no estaba el hombre para muchas vírgenes.
Vuelve al lugar, y cuando de nuevo estaba hablando con la Santísima, una de las ovejas se le va del aturrado rebaño, le da un cantazo y es aquí cuando la Virgen le pregunta que porqué no ha lanzado la piedra con la mano derecha. Le responde el zagal que porqué no tenía, a lo que la Virgen le ruega que le tire otra piedra, pero con la mano derecha. Muy sorprendido se vio con aquella mano que le faltaba.

Ahora sí que le creyeron y la gente de toda la concordia subió al lugar de la aparición.
Allá la Virgen les comunicó el deseo que quería que la veneraran en un templo que le tenían que construir y Ella les daría protección.

Pero como suele pasar siempre todos los pueblos la querían colocar en su parroquia, y ya nos vemos a los de Las Cuevas, Villaciervos, Nódalo, Villabuena, Camparañón, Nafría,… luchando para hacerse con Ella.
Todos le decían que le harían la ermita y ella les contestaba la tan oída frase que le ha dado el nombre: ¿Y si no dejo?
Y así andaban cuando llegaron al cerrete donde se encuentra hoy la ermita, algo misterioso les dejó inmóviles. Dedujeron que era allí donde la Virgen quería su santuario y allí se lo construyeron.

Esto dice la leyenda, la realidad parece que fue otra muy distinta, la tradición de Inodejo se remonta al siglo IX o X. Ante la invasión musulmana que acababa con todo lo relacionado con la religión católica, la gente de los pueblos escondía aquellas imágenes que tanto veneraban en los sitios más curiosos, a veces las enterraban y otras las metían en los troncos huecos de los árboles.

Pasados los siglos y cuando la península fue reconquistada, fue cuando de manera fortuita empezaron a darse esas milagrosos apariciones que tantas leyendas crearon.

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